Estas últimas semanas venimos hablando del sistema inmune y cómo protegerlo. Con estas heladas nos parecía lo más apropiado. En el post previo nos centramos en la alimentación, en qué comer para fortalecer nuestras defensas durante el invierno, y ahora queremos ahondar en esas rutinas o hábitos cotidianos que mantienen a los virus a raya.
Aparte de abrigarse bien, como tu madre lleva toda la vida repitiéndote, te contamos qué otras cosas puedes hacer para «animar» a tu deprimido sistema inmunológico. Veremos qué es lo que le sucede a nuestro cuerpo en esta época del año y lo que ayuda realmente según los estudios.
Sistema inmunológico y barreras protectoras naturales
«Inmunidad» proviene del latín immunīre, término militar que significa «defender desde dentro». El sistema inmunológico, sistema inmunitario o sistema inmune, es el conjunto de estructuras y mecanismos biológicos del organismo que mantienen la homeostasis (equilibrio interno) frente a agresiones tanto internas y externas.
En otras palabras: el sistema inmunológico es la defensa natural de nuestro cuerpo contra invasores potenciales causantes de enfermedad. ¿Cómo? Mediante una reacción muy bien organizada en la que participan barreras defensivas de primer orden como la piel, que evita que los patógenos penetren; la mucosidad, que los atrapa, o la tos y los estornudos, que los expulsan.
Otra de estas barreras biológicas es la microbiota. La microbiota son esas bacterias «buenas» que compiten por el alimento y el espacio con las bacterias «malas», evitando que crezcan hasta alcanzar un número suficiente como para provocar infección y enfermedades. Por eso es tan importante que le suministremos probióticos (más bacterias de las buenas).
¿Por qué mi sistema inmunológico se deprime en invierno?
Para que esto no empiece a parecer una clase de biología del instituto diremos que, a grandes rasgos, el sistema inmunológico está deprimido cuando se encuentra menos activo de lo normal. Esto puede deberse a muchas causas: mala alimentación y falta de determinados nutrientes, ingesta de antibióticos, estrés, etc. En invierno se suman menos horas del sol y el frío, que hace que pasemos más tiempo en ambientes cerrados donde los virus «saltan» con mayor facilidad de unos a otros.
Además de las habituales enfermedades del aparato respiratorio —resfriado común y gripe—, están las enfermedades inflamatorias intestinales (EII) o infecciones urinarias como la candidiasis vaginal. Todas ellas propiciadas por un sistema inmunitario deprimido.
También puede suceder al contrario, que nuestro sistema inmunológico en lugar de deprimido esté «confundido» y trabaje de forma hiperactiva, atacando tejidos que no debería al considerarlos extraños. Es lo que ocurre en las enfermedades autoinmunes… pero esta es otra historia.
¿Qué hacer si tu sistema inmunológico «anda deprimido»? Rutinas
Las mencionábamos en Aumentar las defensas de manera natural en invierno, pero merece la pena detenerse un poco más en ellas y ver qué dice la ciencia al respecto. Estas sencillísimas rutinas diarias pueden hacer mucho por un sistema inmunológico deprimido:
- Sol
Un poquito todos los días. La vitamina D se comporta como una hormona que interviene en gran número de procesos fisiológicos, especialmente en relación con el sistema inmune. Niveles bajos de esta vitamina se relacionan con cáncer, EII o enfermedad cardiovascular.
Sus depósitos corporales provienen sobre todo de la síntesis cutánea, inducida por la radiación solar. Según este estudio del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, «se estima que más del 50% de la población está en riesgo de padecer deficiencia de vitamina D» (artículo, estudio, estudio).
- Ejercicio moderado
El ejercicio influye en la inmunidad natural, las funciones de las células T y B, y las respuestas de las citoquinas, mediante cambios circulatorios y por las hormonas endocrinas secretadas en respuesta al estrés físico.
Esta revisión muestra una relación inversa entre aumento de actividad física y riesgo de infección del tracto respiratorio superior (URTI, por sus siglas en inglés): «se produce una recirculación mejorada de inmunoglobulinas, neutrófilos y células asesinas naturales […] el número de días de síntomas con URTI disminuye entre un 25% y un 50%» (estudio, revisión). En cambio, el ejercicio intenso puede deprimir el sistema inmunológico; en estos casos conviene tomar medidas.
- Descanso
La privación de sueño afecta a las funciones inmunitaria e inflamatoria. Además de somnolencia y deterioro del rendimiento psicomotor, la pérdida de sueño moderada se asocia con trastornos hormonales y metabólicos.
Se produce un incremento de la secreción de citoquinas proinflamatorias, concluye la siguiente investigación. Y los datos de esta revisión de estudios más reciente indican una «activación de poblaciones de leucocitos y un estado de inflamación sistémica de bajo nivel tras la pérdida de sueño».
- Adiós, estrés
El estrés sostenido en el tiempo puede derivar en estrés crónico, ansiedad y depresión. Males que tienen mucho que ver con la prevalencia de numerosas enfermedades de nuestro tiempo, entre ellas el cáncer.
Esta revisión señala que «tanto los factores estresantes como la depresión están asociados con la disminución de las actividades de las células T citotóxicas y de las células asesinas naturales», lo que afecta a procesos como la vigilancia inmunitaria de los tumores (estudio, estudio).
- Ayuno
También el ayuno intermitente y la restricción calórica influyen favorablemente en los marcadores de inflamación y en enfermedades como el cáncer.
Así lo han demostrado diversos estudios, como este en sujetos que practican el ayuno del Ramadán. Se suprime la expresión de citoquinas proinflamatorias y las células inmunes (leucocitos) disminuyen significativamente (estudio). Libros como el del Dr. Jason Fung, La guía completa del ayuno, [enlace] hablan largo y tendido sobre estos y otros beneficios del ayuno.
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