Microbiota y obesidad. ¿Pueden los probióticos ayudar a controlar la enfermedad?

La obesidad «ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial»*, advierte la Organización Mundial de la Salud. El problema ya no se reduce únicamente a los países más ricos sino que también afecta, y mucho, a los de menos ingresos. Son promotores la mala alimentación y el sedentarismo pero, como veremos, es crucial asimismo el estado de la microbiota.

Una combinación incorrecta de bacterias se relaciona con inflamación y el desarrollo de trastornos metabólicos. En este artículo tratamos: qué es la obesidad, a qué se debe, qué ayuda a combatirla según la investigación actual y el papel de la microbiota intestinal y el consumo de probióticos en su manejo y control.

 *Comienzo del reportaje 10 datos sobre la obesidad, publicado en el sitio web de la OMS.

 ¿Es la obesidad una enfermedad?

Estar gordo, ¿es estar enfermo? La obesidad, que no el sobrepeso, es una enfermedad crónica caracteriza por una acumulación excesiva de grasa (tejido adiposo) en el cuerpo que puede ser perjudicial para la salud. El resultado de alteraciones en la regulación de la ingesta, gasto y almacenamiento de energía.

Puede deberse a múltiples factores, en función de los cuales hablaríamos de obesidad endógena u obesidad exógena.

Obesidad endógena. La debida a alteraciones metabólicas: deficiencia de hormonas sexuales —obesidad gonadal— o disfunción de glándulas endocrinas —endocrina— como la glándula tiroides —hipotiroidea—.

Obesidad exógena. Debida a un régimen alimenticio inapropiado unido al sedentarismo, o poca actividad física.

Pero, eso sí, es una enfermedad prevenible y tratable. Más aún si se deriva de un mal estilo de vida (exógena).

Nota: averigua si eres obeso, preobeso o simplemente te sobran unos kilitos calculando tu índice de masa corporal (IMC) aquí.

Dietas bajas en grasa, un enfoque equivocado

El tratamiento más adecuado para la obesidad y sus riesgos asociados (hipertensión, glucosa elevada, colesterol…) es una aproximación global mediante dieta. Las recomendaciones generales apuntan a las dietas hipocalóricas bajas en grasa, pero, como sucedía en la diabetes tipo 2, estas han resultado poco efectivas también en el manejo o control de la obesidad y el síndrome metabólico.

¿Qué pautas de alimentación nos ayudan entonces a perder masa grasa, perder peso y combatir la obesidad? Además de «lo básico», sustituir comida ultraprocesada por comida real —junto con ejercicio físico diario—, cuentan con suficiente evidencia científica:

Las dietas cetogénicas, bajas en carbohidrato (glúcido). Limitar la ingesta de carbohidratos —especialmente carbohidratos refinados, que causan daño metabólico— provoca pérdida de peso y cambios favorables en los triglicéridos y el colesterol (revisión, informe, estudio, revisión). «…nada es mejor para la reducción de peso», señalaba esta revisión.

Los ayunos intermitentes. Realizar ayunos intermitentes (AI) favorece la disminución de peso corporal, reteniendo e incluso aumentando la masa muscular (estudio). Las dietas que «intercalan» AI ayudan a perder grasa y han demostrado ser más efectivas que las dietas «cuentacalorías» convencionales (estudio, estudio, revisión, estudio, estudio).

 Nota: obviamente las calorías importan a la hora de perder peso, pero es aún más importante priorizar alimentos reales, naturales. No reduzcas calorías a base de restringir grasas saludables, la grasa del aguacate, del pescado azul o los lácteos enteros (sí, «enteros»). Pierde el miedo irracional a la grasa.

Microbiota y probióticos en el manejo de la obesidad

La microbiota intestinal, es decir, las bacterias de nuestro intestino:

  • Convierten los alimentos que ingerimos en nutrientes y energía.
  • Facilitan la extracción de calorías de la comida y ayudan a almacenarlas en el tejido adiposo para su uso posterior.
  • Alteran, pues, la forma en que almacenamos grasa.
  • Alteran el modo en que respondemos a las hormonas que nos hacen sentir hambrientos o, por el contrario, saciados.
  • Afectan a la respuesta inmune e inflamatoria.

Se ha comprobado, además, que su composición es diferente en personas delgadas y personas obesas. Luego la presencia de bacterias es importante pero también las proporciones de comunidades microbianas, específicamente Bacteriodetes y Firmicutes (estudio, estudio). Si cantidad y proporción no son las adecuadas, el resultado es una microbiota disfuncional (disbiosis) asociada con inflamación y trastornos del metabolismo.

Papel de la microbiota intestinal en los cambios inducidos por la grasa en la regulación de la absorción de nutrientes, el almacenamiento de grasa y el estado inflamatorio. Fuente: https://www.semanticscholar.org/paper/Probiotics-and-obesity.-Blaut-Bischoff/808b67f052310cf6350271dc218e22313285f610

La microbiota es «un posible objetivo nutricional y farmacológico en el tratamiento de la obesidad y los trastornos relacionados con la obesidad», recoge esta revisión en Nature. Los probióticos se estudian como nuevos agentes terapéuticos para manipularla —modular su composición— y de este modo tratar los trastornos metabólicos (revisión, artículo).

Estos promueven cambios en el metabolismo de los lípidos o la homeostasis de la glucosa, y los estudios informan también de efectos reductores sobre la adiposidad abdominal y el peso corporal (estudio, ensayo). En particular, tomar kéfir a diario ha demostrado ser positivo en personas con obesidad y síndrome metabólico.

La administración de suplementos de kéfir reduce los triglicéridos plasmáticos, los lípidos y triglicéridos hepáticos, la resistencia a la insulina, la glucosa, la circunferencia torácica y abdominal o la expresión de citocinas proinflamatorias. Lo refleja este estudio, que concluye que el kéfir «tiene el potencial de beneficiar el manejo del SMet».

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